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AMOR PROHIBIDO



Había una vez una ninfa llamada Odette. Era la hija del rey, pero no la princesa de una dimensión llamada Ebert. Odette era la más bella ninfa jamás conocida. Era alta y delgada. Sus cabellos eran de oro y le llegaban por debajo de la cintura, eran ondulados y brillantes. Los solía adornar con una pequeña guirnalda de exquisito gusto. Su piel era de un suavísimo color verde. Sus orejas eran un poco puntiagudas, su nariz más bien chata y sus labios, carnosos y rosados. Sus ojos, dos profundos lagos del mismo color que la lavanda. Usualmente, llevaba vestidos vaporosos como una nube y de colores claros, de los que sobresalían sus dos grandes alas Un día, Odette iba por el campo recogiendo flores, cuando fue sorprendida por un apuesto joven humano. Las ninfas tenían terminantemente prohibido el contacto con cualquier humano, ya que los consideraban seres impuros que ofendían a su Diosa, Sheia, Madre Naturaleza. Se miraron con tensión un largo rato y sin decir nada, la cogió y se la llevó. “Cuando desperté me encontraba en una gran habitación, postrada en una bella cama con dosel, apenas recordaba lo que me había pasado en el campo, sólo que vi un chaval, a partir de ahí, no recuerdo nada... Repentinamente se abrió la puerta de la habitación y apareció aquel hombre que había visto en el bosque. -¡Por fin despiertas!- dijo. Yo esbocé una media sonrisa. Él me contó que era un incomprendido príncipe humano que amaba la naturaleza y que, por ello no era aceptado por los demás. Me contó que rendía culto a la Diosa Sheia. Decía que no me había llevado a aquel lugar para matarme, como hacían muchos de su especie con muchos de la mía. Después de mucho rato hablando me dijo que me iba a llevar a mi palacio y que si yo quería podríamos quedar al día siguiente en el mismo lugar, a lo que le contesté afirmativamente. Cuando llegamos a quinientos metros de Palacio paramos y me dijo: -Aún no se tu nombre… -Ni yo el tuyo- respondí. -Me llamo Leo- efectuó una gran reverencia.- ¿y tú? -Yo soy Odette- le contesté. -Entonces, hasta mañana Odette…- dijo y desapareció. Al día siguiente nos volvimos a ver, y al siguiente, y al siguiente y así cada día de innumerables meses... yo estaba insegura porque estaba manteniendo una relación con un humano pero había tres cosas de las que estaba totalmente no dudaba: Leo era un humano, una parte de él clamaba por matarme, ya que así lo dicta su especie, y tercera, estaba loca y perdidamente enamorada… de él. Mi padre se olía algo raro así que me prohibió las salidas del castillo, pero me escapaba cada día durante semanas para estar con mi amado Leo. Nos lo pasábamos muy bien juntos, pero un día mi padre me encerró en mi habitación, sin dejarme salir de allí y en mi soledad me puse a tejer y tejer hasta que cosí una red tan grande como mi habitación. La puse fuera de la ventana y me escapé por allí, aunque mi padre no tardaría en descubrirme, fui a mi habitual punto de encuentro con mi Leo, pero allí no era él quien me esperaba, si no, unos guardias humanos que me apresaron y me llevaron de allí. Estaba tan impotente por la traición de Leo que no tenía fuerzas para escapar. Me condujeron a un oscuro calabozo. Al día siguiente recibí la noticia de mi ejecución dos días después. Me resigné e intenté ponerme lo mejor que pude pese a mi mal aspecto. El día de mi ejecución me llevaron a una palestra que carecía de horca y guillotina. Supuse que me cortarían la cabeza. Subí a la palestra e inmediatamente después de mí subió la escalerilla la persona a la que seguía amando provisto de una gran espada que blandió, movió con agilidad y… ¡se la tiró a su padre, el rey! Me agarró y salió corriendo conmigo a su espalda, pronto salimos del país y, como Leo tenía su plan previsto al saber que se habían enterado de nuestra relación y me iban a matar había cogido un poco de dinero con el que compró una pequeña casa muy bien encalada, cerca de la costa y que no se apreciaba a simple vista. Allí vivimos así nos mantuvimos escondidos, mis padres, preocupados ordenaron mi búsqueda. Un día decidí ir a verlos y La historia cuenta que Odette cuando murió se hizo una rosa blanca que nació en un rosal que solía dar rosas rosas, pero que en aquella ocasión dio también una blanca, en el mismo tallo en el que nació una rosa roja que se dice que es Leo, y así cada verano, en el rosal del jardín de aquella modesta casa salía una rosa blanca y otra roja... en el mismo tallo... FIN Ignacio Carrasco

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